En una curiosa maniobra
promocional, ayer Jamie Cullum presentó en Madrid su nuevo álbum, "Momentum" (Universal,
2013), antes de su publicación el próximo 20 de mayo. Durante este verano, el
cantante y pianista británico pisará los escenarios de varios festivales
españoles (San Sebastián, Perelada…).
Y en un momento en que parece un personaje desacreditado por la prensa especializada (los puristas lo encuentran demasiado outsider, los hipsters demasiado mainstream), es más que necesario recordar su primer concierto en Barcelona, el 16 de julio de 2005 en el marco del Teatre Grec. Una noche para el recuerdo en la que muchos asistimos al nacimiento de una estrella (la misma sensación que me provocaron otros artistas como Terence Trent D’Arby y Jesse Dayton, otros ilustres menospreciados por la crítica).
Del reservado Schroeder, ese niño con jersey a rayas de los Peanuts, siempre pegado a su piano, a Jerry Lee Lewis, el Killer que prendía fuego a su instrumento para caldear su interpretación de “Great Balls Of Fire”, hay un abismo. Y entre esos dos extremos, está Jamie Cullum. Olvídate de ese forzado rat pack integrado por Michael Chiclé (perdón, Bublé), Peter Cincotti y compañía: el joven británico está a años luz de esos nuevos crooners repeinados y trajeados. ¿Qué también interpreta estándares del jazz? Por supuesto, pero ahí está la clave: los interpreta, no se limita a cantarlos de forma mimética.
¿Pruebas? A puñados: Jamie empieza a golpear distintas partes del piano, samplea los sonidos y los combina hasta crear una base rítmica sobre la que desgrana el “It Ain’t Necessarily So” de George Gershwin y lo funde con el “Frontin’” de los Neptunes. Después, el “High & Dry” de Radiohead se enlaza con una transición ruidosa con un “Singin’ In The Rain” reggae. Y mientras el “Wind Cries Mary” de Jimi Hendrix se reviste de la sensualidad pantanosa de Dr. John, el clásico “Nature Boy” se convierte en un dúo de contrabajo y percusión minimalista y un ejercicio de técnica vocal deslumbrante, y el “I Could Have Dance All Night” estalla en un funk lisérgico que desata las pasiones.
A primera vista, Cullum podría parecer un exhibicionista al que sólo le gusta llamar la atención con sus saltos, sus carreritas y su innegable dominio del escenario. Pero tras esa fuerza de la naturaleza, hay un pianista muy resultón y un excelente cantante, que no sólo subvierte la tradición (como introducir un hilarante scat de trompeta, sordina incluida, en una balada tan bella como “What A Diference A Day Made”, o seguir al pie de la letra el título de “I Get A Kick Out Of You” y pisotear el piano). Y esa es otra: la relación de amor-odio que el británico establece con su instrumento es digna de psicoanálisis: después de aporrearlo, pisarlo, y zarandearlo, lo acaricia con cariño y lo besa.
En el último concierto de su gira española, Cullum no sólo repasó la mayoría de canciones de “Twentysomething” (Universal, 2003) y alguna de su debut “Pointless Nostalgic” (Candid, 2002), sino que también avanzó tres temas de "Catching Tales" (Universal, 2005): “Photograph”, “London Skies” (únicamente con su guitarra), y “Oh God”, inspirado por “el fin del mundo y 'Take Five' de Dave Brubeck”.
Sólo con pensar en cómo los puristas del jazz se rasgan las vestiduras y en las dificultades de más de uno en etiquetarlo, vale la pena asistir a un concierto de Jamie Cullum y salir con esa rara (por lo infrecuente) sensación de que acabas de ser testigo del nacimiento de una estrella.
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