
Y reconoce: "Por supuesto, a veces hay alguna confusión. Pero me siento cómodo con eso. Me gusta estar en lugares donde puedo disfrutar de la voz humana por su timbre y tono, su melodía e inflexión, sin los detalles de las palabras enturbiando la mente con demasiada información. ¿Te has fijado alguna vez en la sonrisa de una mujer que no puede hablar tu idioma o la risa de un niño antes de que haya aprendido alguna palabra? Esas expresiones hablan al corazón espléndidamente".
Raimundo explica las tribulaciones lingüísticas de forma más expresiva: "Yo de vez en cuando le doy unas palizas, pobre, porque no puedo parar de hablar. Y a veces estamos en Madrid y se viene conmigo solo y le pregunto: '¿Te has enterao?'. Y dice: 'No, pero bueno…'. Y yo le hablo y le hablo. Él me habla algo, un poquito, pero yo le hablo mucho. Y el tío, el pobre… de algunas cosas sí… Nos enrollamos y sabemos que a lo mejor no nos enteramos, pero nos miramos a la cara y a los ojos y más o menos sabemos de qué va el rollo un poco, ¿no? No de qué va, sino de si hay mal rollo o buen rollo. Hay mucho feeling. Y Fernando Vacas siempre dice: 'No, si tú y Howe os entendéis perfectamente'. No nos entendemos, pero estamos, y yo me hincho de hablar".
Más allá de las palabras, el entendimiento entre ambos ha sido sobre todo musical: "¡Hombreeeee, hombreeee! B.B. King dijo eso. Le preguntaron cómo nos entendíamos. Y contestó: 'Nosotros, para hablar lo hacemos a través de traductores, hablamos un poco con las manos, pero cuando cogemos las guitarras, ahí no hay más que un idioma, el de la música'. Con la música no hace falta traductor".
(continuará...)
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